0107 Juvenilia
2013
MUCHOS EN LA GALERÍA MITE en el Patio del Liceo no sabían en qué se habían metido. De hecho, más de uno había ingresado a la sala instintivamente cuando se escucharon los primeros truenos de una de las inexplicables tormentas eléctricas secas de aquel año. Un joven observaba la situación a distancia prudencial.
—Tomi, fijate. Ése de ahí es Román, ¿no? —Interrumpió con un codazo a su amigo.
El sospechoso les dio la espalda y miró por la ventana. Como todas las noches, al otro lado de la Avenida Santa Fe, el Liceo N° 1 “José Figueroa Alcorta” se transformaba en el Instituto de Tiempo Libre y Recreación.
—¿Quién? —preguntó Tomás.
—Ese de ahí —señaló Javier.
—No, quién es Román.
—¿No te acordás de Román? Román Torres, de la cuarta. El freak.
—¡Ah! Que se fue en segundo año.
—O lo echaron.
—¡Pero no sé, eh! ¿Te parece?
—Engordó bocha, pero es, estoy casi seguro. Ahí se da vuelta, fijate.
El joven se volvió hacia los jugadores.
—¡Ah! —exclamó Tomás— ¡Puede ser! ¿¡Pero qué hace acá!?
—Le habrá dado curiosidad.
—Javier, no lo llames.
—¿Por qué?
—Porque te conozco.
Javier sirvió un vaso de leche chocolatada y se acercó.
—Disculpá, ¿Román? ¿Vos sos Román Torres, no?
El joven bajó la mirada.
—¿Te acordás de mí? Soy Javier. Javier Miller. ¡Qué sorpresa que hayas venido, che! ¿No te agarraste un Nesquik? ¡Tomá! —Javier le puso el vaso en la mano.
—¿Todo bien? ¡Estás re cambiado!
Silencio. Javier recalculó.
—Perdón, ¿querés venir con nosotros? Podés sentarte y mirar, así no estás parado. Sentate al lado mío. Total, yo soy Dios.
Javier escoltó al joven al resto del grupo y los interrumpió.
—Gente, les presento a Román. ¿Tomi, te acordás de Román Torres, de la cuarta?
Varios de los presentes saludaron al unísono y por unos segundos se escucharon algunos susurros, entre los cuales se destacó, claro y fuerte, "es el freak", seguido de un chistido.
—¿Viniste a jugar, Román? —le preguntó Tomás.
—No… Yo—
—Vino a mirar —Se adelantó Javier—. ¿Vos habías llegado a jugar Mafia en El Colegio?
—No.
—Bueno, te cuento un poco… Mafia es el juego favorito de El Colegio. Juvenilia (o sea, esto que está pasando) es una obra relacional de Lolo y Lauti en la que un grupo juega a la Mafia con un ex alumno de El Colegio. Algunos forman parte de la mafia, y otros son las posibles víctimas, pero nadie sabe quién está con la mafia—
—Guerrilla informacional —observó Román.
—Exacto. La consigna es: “Vení a psicopatearte con tus amigos”. Por eso es el juego favorito de El Colegio. Igual, después te explico bien, porque también está el policía. Estamos terminando este partido, matan a uno más y ya está. Como te decía, yo soy Dios.
—¿Dios?
—Sí. Yo me encargo de la narración.
Dos jóvenes curiosos ingresaron a la galería y dejaron la puerta abierta. Una voz distorsionada rasgó la actividad desde el hall:
—¡YO SOY MI PROPIA GEMELA MALVADA!
Un ardid perfomático menor para los jugadores, pero no para Román que dejó caer la chocolatada y manchó a Javier. “¡Román, qué enchastre! ¡Pero fijate, che!”. El freak salió de la galería. “¡No, esperá! ¡No te vayas, Román! ¡Disculpame! ¡No pasa nada! ¡Quedate!”. Se abrió paso por los corredores. Tropezó con la gente y volcó vasos de Cynar hasta fundirse en una masa inerte de espectadores. Su camino estaba flanqueado por los testigos del espectáculo que recién comenzaba. Había quedado delante de todo sin ruta de escape, cara a cara frente a
CHERRY FIX,
sentada en un taburete, vestida enteramente de negro y rodeada de espejos que multiplicaban su cuerpo no hegemónico al infinito; el rostro oculto tras su melena rojo Silkey 6.66. Un televisor de tubo reproducía una copia gastada de Blade Runner en VHS y doblada al castellano, adelantada a la escena en la que Deckard le administra el test Voight Kampff a Rachael. Cherry dejó el megáfono en el suelo y abrió la cortina de su pelo para revelarse. La cara redonda con pómulos salientes, los ojos negros apenas rasgados, la piel marrón. Rasgos a contrapelo de las fantasías porteñas de blancura europea, especialmente en el mundo del arte. Román respiraba por la boca, no podía apartar la mirada. Cherry se levantó la pollera. Mostró sus piernas abiertas de par en par con un minisintetizador Kaossilator KO-1 sobre el centro exacto de su bombacha; deslizó en círculos el dedo índice por la superficie del instrumento, modulando sensualmente los parámetros cutoff y feedback del preset 60: el ominoso Kaoss Drone —una suerte de didjeridoo distópico—, que inundó el lugar con ondas reverberantes de baja frecuencia generadas por síntesis aditiva.
1985. Está jugando con la antena del televisor. La pantalla es puro ruido. Siempre fue Cherry, pero todavía se llama Magalí. Con apenas dos años, sus inquietudes tecnológicas ya se manifiestan. Suelen esconderle los cassettes y grabadores por su empeño infatigable en “verlos por dentro”. En el espectro de sintonías, una propaganda de Telematch se entremezcla con Leonardo Simmons bajo la lluvia de píxeles. Sacude más la antena hasta invocar la señal de Luciano el marciano. Una simulación artesanal del cosmos la sumerge en trance: lucecitas fuera de foco, sintetizadores chillones, estelas de fotogramas quemadas en las membranas fotosensibles de la máquina… Todo confluye en una psicodelia electromagnética lo fi que agita peligrosamente las ondas cerebrales de los niños post dictadura. Al frente de todo eso, un títere de hechura escolar canta: "Yo soy Luciano, el amigo de los humanos" y la pequeña Cherry responde saludando con su manito segundos antes de caer al piso enroscada en una convulsión.
El entremés terminó en una nota confusa: en el medio había habido versos sueltos, gritos y desnudez parcial, todo seguido de aplausos tímidos. Cherry levitó transhumana por encima de la situación. La organizadora del evento tomó la posta: “Bueno, gracias a todos por venir a Perfo Bombón. ¡Otro aplauso para Cherry Fix! En 15 minutos arrancamos con Nico Rosen y su invocación a Alberto Greco”. Cherry ya estaba mezclada entre los humanos, luchando por atravesar el pasillo, pero la masa no avanzaba. En medio del tumulto descubrió a Román, todavía mirándola fijo: “¿Por qué me mirás así? ¿Te conozco? ¿A qué viniste?”, pero se perdió en la multitud.