0207 Outlands


CHERRY CAMINABA POR TRIUNVIRATO. No era momento para una Cyborg Walk, la adrenalina la había catapultado a las Afueras. ¿Y dónde viviría? No había construido vínculos significativos en toda una década. No había nadie que le diera una mano y volver a Jeppener no era una opción. Era preferible dormir en una YPF y proyectar un futuro de trabajadora parasexual, masturbándose en cámara web para fetichistas de gordas de todo el mundo. O morir. Estaba dolorida y tenía la cara rasguñada. El labio inferior sangraba con insistencia. Marisa tenía razón: treinta años y vivir así era un fracaso irremontable. El perseguidor no la perdía de vista. Ella siguió su camino y se sintió una basura cada vez más grande, como el labio que le latía. Cruzó las vías del tren y a la cuadra y media se metió en un Burger King. Pidió un combo whopper con queso y pepsi light sin hielo. Le tocó pagar y se descubrió sin billetera. Articuló excusas, ya estaba escapando cuando la interrumpió una voz detrás: “Cobrate el whopper con queso de ella, y otro igual para mí. El mío con Seven Up. También sin hielo”. Cherry tardó unos segundos en darse vuelta. Había algo familiar en el gordo barbudo que extendía dos billetes de 100 pesos a la cajera, pero estaba estupefacta.

“¿Te acordás de mí? Nos conocimos en el Patio del Liceo. Me llamo Román”. Cherry contempló a su futuro novio con incredulidad. No pudo responder.

Román tomó la bandeja; Cherry se aprovisionó de una cantidad exagerada de pajitas y servilletas.

Cherry y Román comían en silencio hasta que Cherry, sorbiendo su pepsi light, tomó dimensión de la situación.

Por un lado, peligro. Por otro, era la primera vez que la stalkeada era ella.

Cherry miraba alrededor, se distraía con la gente que pasaba, pero Román no registraba. Fijó la mirada en dos rubios nórdicos que se sentaron del otro lado del salón.

Como todas las mañanas en Malmö, Cherry despierta en los brazos de su marido Björn. Con sigilo, se escabulle y pone una cápsula Nespresso en la máquina. Él no lo sabe, pero hace años que ése es el único momento “de verdad” que Cherry tiene en el día. Los recuerdos de su juventud en Buenos Aires la visitan cada día más. Cherry sorbe el café en silencio, sentada frente al desayunador de Ikea, mirando la nieve caer a través del ventanal, sintiéndose la misma a miles de kilómetros de Jeppener y a quince años de haber adelgazado y lograr reconocimiento como artista, curadora y ensayista en la escena internacional luego de su enfrentamiento público con Victoria Noorthoorn. Abre su macbook air y empieza a escribir un mail a Ana, su ancla a través del tiempo y el espacio. La necesita, aún se castiga por no ser feliz. Aún no deja de decirse que no merece ninguna de las cosas buenas que le pasan. No puede extirpar los pensamientos. El timbre interrumpe el momento de sinceridad y Cherry se apura a atender para que Björn no se despierte, pero nadie responde. Al abrir la puerta, descubre entre la nieve una misteriosa caja con agujeritos y un moño rojo. La curiosidad es tal que no se percata de que Björn ya está despierto y filmándola con el paquete. De inmediato, el maullido estremecedor de un Scottish Fold bebé dentro de la caja. Cherry la abre, abraza a su gatito sorpresa y lo llena de besos. Se le escapan grititos ininteligibles y repite “Oh my God” una y otra vez. No puede dejar de llorar. Björn se deshace de ternura. A los diez días, el video “Girlfriend gets a Surprise Kitty and cries” tiene 711.857 vistas, 84.372 megustas y 265 nomegustas. Está monetizado.

Román se retiró de la mesa. Cherry se acarició los brazos, algo incómoda. Monotemático y todo, Román la distraía. Esperaba que volviera pronto. Algo la olfateaba, le lamía el cuello. La transportó a las Afueras. Un planeta sin vida. Tormentas de polvo en el horizonte, acercándose.

Román se metió una papa frita en la boca.

A Román se le cayó una papa frita.

Permanecieron en silencio mientras terminaban sus hamburguesas. Cherry sintió algo tranquilizador en Román. A pesar de lo patológico de la situación, ella había dejado las migas desperdigadas para ser encontrada. Y finalmente alguien se había esforzado por llegar a ella. No. No era un stalker. Era algo hermoso: su primer fan.

Cherry terminó de comer y sorbió el último resto de gaseosa. Román no bajaba la mirada.

Román quedó pensativo.

Román buscó algo en el celular y se lo dio a Cherry. En la pantalla se leía el título

CUANDO LAS GORDAS ATACAN.

El video tenía pocos días de antigüedad y ya contaba con miles de reproducciones. Cherry se calzó los auriculares y dio play.