1002 Silurian
Querida Cherry:
Espero que estés muy bien. Me llamo Germán Walkowicz y soy el director general de Silurian. Somos un laboratorio experimental de virales y estamos explorando la escena local, con muchas ganas de expandir nuestros horizontes.
Te cuento que te estuve siguiendo un poco en las redes y finalmente tuve la oportunidad de verte unas semanas atrás en la Mostra Fest. Me encantó lo que estás haciendo y nos encantaría acompañar tu crecimiento desde Silurian.
Si estás interesada, podemos juntarnos y te cuento un poco la propuesta. ¿Tenés algún rato libre mañana?
Saludos,
GW
Cherry dejó a Javier afuera. No tenía por qué saber nada de la reunión con Germán. Lo googleó. Acababa de lanzar Silurian, parecía ser un emprendimiento chico, pero a la vez independiente. Estaba entusiasmada. Germán antes había sido gerente de comunicación en Viacom y era un pionero del de neuromarketing en el país, así que las posibilidades eran ilimitadas. La intriga la estaba matando. Visualizaba un futuro en las industrias culturales, viviendo sola, siendo respetada, e incluso admirada de verdad, sin trucos ni sonrisitas. Las notas en los medios se referirían a ella como “mujer renacentista”: música, performer, artista conceptual, crítica, guionista, productora. Tenía muchísimas cosas para expresarle al mundo, seguramente desde el exilio si le iba bien. Como Germán tenía un día movido terminaron acordando el encuentro en el Starbucks de Cabildo y Juana Azurduy. Se preparó y salió.
Román y Silvia ya se habían apostado en la heladería enfrente del Starbucks, camuflados con pañuelos, gorras y gafas oscuras. Tenían el campo abierto para ver la llegada de Cherry y emboscarla. No se hablaban. Al cabo de veinte minutos apareció el objetivo, inconfundible con el pelo parado que al sol brillaba plateado. Era la hora.
Cherry se sentó con un café al lado de la ventana, sacó un cuaderno y se puso a escuchar música. Estaba enfocada en sus anotaciones cuando una mujer se le acercó. “No tengo”, murmuró automática, y siguió en sus cosas. La mujer no se iba. Le tocó el hombro: “Magalí”. Giró la cabeza. La vio. Automáticamente empezó a reír.
—Mamá, ¿qué hacés acá? No podés estar acá, estoy esperando a alguien… —Hacia el final de la frase estaba temblando.
Silvia lloró y la abrazó fuerte.
—Hijita querida, perdonanos por favor si te hicimos mal. Sos lo que más quiero en la vida. Por favor hablame, decime algo.
Cherry se soltó.
—Mamá, ¿qué hacés acá en el centro? ¿en este Starbucks?
Silvia le acomodó el pelo.
—Magalí, tengo que hablar con vos. Tu papá no está bien.
—¿Qué pasó ahora?
—Tu papá ya ni siquiera camina, Maga. La cuesta hablar. Entiende todavía, pero no habla mucho. Él dijo que te quiere, hija. Quiere que lo perdones. Ya falta muy poco. Vení a casa, por favor.
Cherry se agarró la cabeza.
—Mamá, si tanto me querés te pido que te vayas ya. Después hablamos. Necesito que te vayas. Está por venir… —Cherry se paró seco—. Pará, ¿quién te mandó?
—Hija, necesitaba hablar con vos.
—¿¡Quién te mandó!?
—Un día vino a vernos tu ex novio y quedamos en contacto.
—¿¡Román!? ¡Pero la puta madre! ¡Y vos le seguiste la corriente! ¡Me engañaron! ¡Mi propia madre me manipuló!
—Magalí, te lo pido por Dios. Era la única forma de verte otra vez.
—¡No entiendo cómo pude ser tan estúpida! ¡Caí como la mejor! ¡Me hizo venir al Starbucks que le queda cerca! ¡La puta que me parió!
—Hija, perdoname.
—¡Lo voy a matar! ¿Está acá? ¿Dónde está?
—Hija, por favor…
—¿Dónde está?
Cherry hizo zoom a través de la ventana. Lo tenía en el blanco. Cruzó la calle atropellando todo a su paso. Román la atajó en la vereda.
—¡Basura! ¡Enfermo! ¿¡Por qué estás obsesionado conmigo!? ¿Qué buscás de mí? ¿¡Mi destrucción!? Te voy a poner una perimetral.
—Lo último que quiero es hacerte mal. Sólo quiero que la cortes.
—Román, estás para el chaleco.
—Cherry está todo manchado de vos. Hay gente inocente soñando tus peores sueños. Hay que ponerte un freno ya.
—Te terminaste creyendo tu propia obra. No lo puedo creer.
Román le mostró el teléfono. Un foro de reddit abierto. Decenas de usuarios argentinos discutían un sueño recurrente común con una Marisa que los torturaba psicológicamente con sus fracasos e inadecuaciones. Las historias y los dibujos coincidían. Misma cara, misma voz, misma cicatriz en el labio.
—¿Sabés qué más hay en internet? Terraplanistas, Román. Hay pedófilos. Hay antivacunas.
—Te estás ramificando. ¿Vos te viste en esa fiesta horrible el espectáculo que diste? Fue peor que cuando se desprogramó Britney. Te hacés daño a vos y a los demás. No podés ser parte de esto. Te tenés que sustraer. Tenés que dejar de usar internet para siempre.
—¿No podés fundar tu propia secta sin mí?
—¿Cómo te pensás que Irene Zukerfeld mató a María Fernanda si no la conocía, si no tenía nada en contra? Fue un personaje jugable, nada más. Uno de tantos.
—No podés separar la vida real de los videojuegos.
—VideoSueños.
—Uf, qué psicópata por Dios. ¡Morite, basura!
Cherry le pegó una trompada en el estómago y escapó.