0306 Fade out
A PESAR DE LA DISTANCIA GEOGRÁFICA y mental que las separaba, Cherry y Ana se esforzaban en organizar una merienda anual y estar presentes en los cumpleaños, aun veinte años después. Ana había vivido en Buenos Aires durante un tiempo e incluso había compartido el tren de vida de su amiga en sus primeros años de ciudad, pero todo hizo un lento fade out cuando focalizó en sus estudios y luego en su novio. Más cambios llegaron cuando, pisando los treinta, formó una familia y se mudó al barrio Los Pinos en Brandsen. Cherry, por su parte, había llegado a la tercera década casi de la misma manera que había desembarcado en Buenos Aires a los dieciocho. Con mayor o menor variación, año tras año siempre tuvo proyectos para conquistar la escena cultural, siempre estuvo mal de trabajo, siempre hubo amistades ambiguas: algún chico parecía gustar de ella, alguna amiga parecía intentar destruirla. Pasaban las personas pero quedaban los casilleros. De vez en cuando se le metía un exilio en la cabeza: a Brasil, a Berlín, al sudeste asiático… pero nunca pasaba de contarles el proyecto a todos sus amigos y atosigarlos con decenas de mensajes instantáneos al respecto para después abandonarlo como si nada y sin pedir disculpas. Esa noche se había quedado a dormir en lo de Ana después de un llamado de emergencia. Sollozaba espasmódica en los brazos de su amiga, que la acariciaba. El marido y los chicos dormían.
—Tranquila, mami, ya está.
—¡No puedo más, Ana! ¡Te juro! ¡Es insoportable!
—Ya sé.
—¡Está en todos lados! ¡Está saliendo en la tele! ¡Es una hija de puta! Y no me robó sólo lo de Batida de coco. Son un montón de cosas que son mías. ¡Te juro que son mías! ¡Cuando hizo lo de los travestis del conurbano usó todo lo que le conté de Jeppener! ¡Ella jamás cruzó la General Paz! ¡Ni sabía qué era un soretero, le tuve que explicar! ¡Jamás en su vida vio un pozo ciego! ¡Y ahora tengo que soportar que le hagan la fiestita cuando se burla de mí!
—Pero Cherry, pará. No te enrosques más con eso. Ya fue. Y además el sketch que vos decís que hace de vos no es ni ahí lo que la gente ve de ella.
—¡Pero yo ahora no puedo presentarme más en público! ¡Me cagó! ¡Me cagó encima!
—Tranquila. No sé, son detalles que sacó, es cierto. Pero no te robó la identidad ni nada de eso. Vos podés seguir haciendo la tuya como siempre.
—¡Ah, ahora estás de su lado!
—¡No, pelotuda! Te digo que no ganás nada haciéndote mala sangre. Dejala ser. Lograste liberarte de ella, hace meses que estás de novia con Román, conviviendo. Ponele fichas a eso. Mirá, te va a molestar lo que te voy a decir, pero esto te rebota solo porque vos te metés con ella. Vos jodiste, jodiste, jodiste hasta que la mina se ensañó y te parodió. Lo hace porque sabe que te jode.
—Ah, bueno, ahora es mi culpa lo de Big Data.
—Cherry, sinceramente, muy poca gente lo conecta con vos. Y además ni lo entienden.
—¡Me dijeron Big Data por la calle!
—Es por el look, la gente no sabe que ella te está parodiando a vos. Piensan que vos te parecés al personaje. Te ven vestida de negro, con anteojos y con el pelo rojo—
—Y gorda.
—Ponele. Y te bardean. Hacé la tuya y olvidate de María Fernanda. No va a durar mucho, la gente se olvida al toque. Cambiá el look un tiempo. Si ni necesitás anteojos. Y destapate un poco que parecés una musulmana ya.
—No puedo. Estoy llena de ronchas. Mirá.
—¡Pero esas son picaduras! ¿Fuiste a que te vean?
—No tengo obra social.
—¡Andá al hospital! Decile a Román que te acompañe.
Los truenos lejanos acompañaban el llanto.
—¡Es una mediocre! ¡Nunca tuvo una puta idea ni jamás le interesó hacer videos y ahora me roba las ideas y literalmente me imita, me parodia! ¡Es lo más caníbal del mundo! ¡Esto se tiene que terminar! ¡Se va a terminar!
Ana suspiró y abrazó fuerte a su amiga. Afuera se congregaban los rayos de otra tormenta seca. El viento caliente abrió la ventana y azotó una puerta.