0305 Darks
EL VISOR MONOCROMO DE LA CÁMARA imprime REC sobre las paredes intervenidas con símbolos de alquimia estilo asesina serial. A continuación, un click y las primeras guitarras en reverse; luego, un redoblante abre la batería y aparecen la línea de bajo y el riff principal de She’s in parties, de Bauhaus (1983). Dos siluetas oscuras envueltas en tules emergen de las tinieblas. Los rostros ocultos tras las telas, blanco pálidos a fuerza de base de mimo diluida en agua, los ojos y bocas ennegrecidos.
Como otros sábados a la noche de 1998, Cherry se encerró en su cuarto a tomar sidra y bailar Danzas Prohibidas con Ana, su mejor amiga. Había secuestrado una vieja filmadora VHS de su padre, dueño del único videoclub de Jeppener y aficionado a destiempo de gadgets obsoletos. Amaba filmarse envuelta en tules negros. Oculta en la penumbra era una fantasmagoría efímera. Niebla que se esfumaba ante la lente. Su amiga Ana, sin ser una dark de ley, la acompañaba en sus búsquedas. Semanas atrás, habían intentado engañar a sus familias para escapar a Capital, pero las terminaron descubriendo antes de que pudieran poner un pie afuera.
El Aparato Represivo Familiar abrió la puerta sin avisar.
—Magalí, no seas villera y bajá la música.
—Es sábado a la noche, mamá. Y hoy bien que te castigaste con Radio Cristiana. ¿Cuándo me toca a mí?
—Nos vamos a dormir. Bajá la música, o taza-taza.
—Si me dejaras ir al Pantheón no tendría que pasar los sábados a la noche acá.
—¿¡El Pantheon!? ¿Pero no te da vergüenza? ¿Por qué tenés que ser tan anormal?
—Dijo la que se hace tirar al piso por el pastor Gordillo. ¡Recibe, hermana! ¡Recibe!
—Si serás mala hija. Un día te vas a arrepentir tanto de faltar el respeto así. Mientras vivas bajo mi techo ni sueñes que te vamos a dejar ir a ese antro de putas y putos adoradores del Diablo. Cuando seas adulta y tengas tu plata y vivas sola, ahí metete en una cripta y hacete coger por un burro si te da la gana. Ahora dejame de joder. Mirate lo que sos con esos tules y la cara que parecés un oso panda. Si serás payasa, Magalí.
—¡Andate, dejame en paz!
—¡Shh! ¡Que tu padre ya se acostó!
—¡Salí!
Cherry empujó a la Ley fuera del cuarto y cerró la puerta. Ofuscada, se sentó al borde de la cama y escondió la cabeza entre las manos.
—No te puedo creer lo forros que son, y mirá que mis viejos son hinchapelotas, eh —intentó consolarla Ana—.
—Y eso no es todo. Me quisieron prohibir que me vista de negro.
—¿¡Qué!?
—Lo que oís. Me echan la culpa a mí de que me tiran cascotazos y me gritan Cachavacha. Me dicen que si fuera común no se meterían conmigo.
—De décima.
—Serían felices si fuera como la Chicha, madre a los catorce y chupándosela al soretero arriba del camión.
Ana gritó y se arrojó sobre su amiga sacudiéndola de los hombros.
—¡Sos una asquerosa, Magalí!
—¡Ya te dije que odio que me digas Magalí!
—Perdón, ¡Mogolí!
—¡Hija de puta!
Cherry jugó a ahorcar a Ana con un tul. Ana se defendió y rodaron por la cama.
—¡Basta! ¡Socorro! ¡Lesbianismo! —gritó Ana— ¡Lesbianismo entre mujeres del mismo sexo!
—¡Shh, pelotuda! ¡Mirá si ahora piensan que torteamos y no te dejan venir más!
—¡Y si somos lesbianas! ¡Para qué ocultarlo! ¡Gritémoslo a los cuatro vientos! ¿Quién detiene palomas al vuelo volando al ras del suelo?
—¡Salí!
Las risas de Cherry y Ana se mezclaban con la línea de bajo de Lucretia my Reflection, de Sisters of Mercy (1987) y escapaban por la ventana de la habitación, fundiéndose en un Jeppener incapaz de comprender.