0406 Stream

María Fernanda había fogoneado el livestream toda la tarde. La cuenta ya contaba con 47.531 seguidores y era hiperactiva en la comunidad. Los viernes a las 23 transmitía por webcam su programa “Batida de coco: la venganza”. La consigna de la noche era “un macho de verdad se deja lavar el patio”, en concordancia con su más reciente obsesión: el sexo anolingual. A las 23, hora de la cita, comenzaron a congregarse los fans, haters y frienemies, pero ni noticias de @LaJumbo. Poco a poco, las menciones se acumulaban. La reclamaban, la festejaban, la insultaban. Lo mismo: sin respuesta. Al cabo de quince minutos de inactividad los tweets empezaban a mermar y la twitcam desaparecía de la memoria de corto plazo colectiva. Sin embargo, a las 23.23 y sin aviso apareció el link de la transmisión.

Los clicks se replicaban a través del continente. Una a una, se abrían en los dispositivos las ventanas de transmisión. Sólo se veía una mesa con un as de picas apoyado contra una pared blanca. Los usuarios afilaban los dedos y crujían los nudillos. Se preparaban para dar lo peor de sí, pero el tiempo pasaba y no pasaba nada. Se escuchó un gemido ahogado de fondo. Las pasiones se encendieron.

Cherry se metió en el baño y cerró la puerta. Mientras hacía pis, levantó un poco las curitas de papel higiénico en las piernas. Se habían pegado con la sangre, pero todo bien. Terminó, se lavó las manos y la cara y se frotó la toalla siempre húmeda por la cara. El espejo la sobresaltó: carne viva, agusanada. Volvió a mirar: todo normal. No podía seguir así, tenía que dormir. Román nunca le había dicho que no podía dormir en su cuarto, pero tampoco la había invitado… Volvió al living y se acurrucó en su sillón. Abrió twitter y llegó a la transmisión de @LaJumbo. La webcam rotó sobre su eje para revelar a María Fernanda atada de pies y manos a la silla de la computadora. Tenía los ojos vendados y una media en la boca. Se sacudía, intentaba gritar, pero la mordaza lo impedía. Cherry vio rojo: otra idea robada.

El celular sonaba, María Fernanda intentaba zafarse. Fueron cinco, diez, luego quince minutos interminables de desesperación. O al menos eso aparentaba. Con las sacudidas había caído la venda de los ojos. Se calmó. ¿Estaba sola? Miró a cámara. Intentó hablar a cámara a través de la mordaza hasta que el fuera de campo la aterrorizó. La agitación aumentó. Cubierto por bolsas de polietileno, el atacante ingresó al plano de espaldas, blandiendo una cuchilla en la mano derecha.

La figura embolsada se acercó a María Fernanda por atrás mientras ella se retorcía y gemía frenética. El atacante le inmovilizó la cabeza y la apuñaló en el cuello. Luego, deslizó la cuchilla de lado a lado varias veces. El público rechazó la puesta. Las imágenes y el sonido de la sangre brotando del cuello y la boca eran un efecto de cotillón. Sonaba a agua de la canilla. Finalmente siguió un estertor, que también fue burlado. La silueta oscura ya no estaba ahí y María Fernanda permanecía ensangrentada, convulsionando en la silla. Tras unos minutos de desconcierto, las burlas continuaron: era una evidente puesta amateur, una búsqueda desesperada de clicks cueste lo que cueste. No era la primera vez que recurría a tales artimañas. Más gente se conectaba, a la vez que ganaba seguidores. La insultaban y celebraban tanto irónicamente como no. #RIPJumbo se convirtió en trending topic. Finalmente, la transmisión capturó el momento en que agentes de la Policía Federal derribaron la puerta a los gritos con armas y linternas. Llegaron al cuerpo y verificaron que Jumbo había pasado a la inmortalidad. Un agente se acercó a cámara.