0601 Plug-in

Cherry miró a los ojos a Marcos e inhaló profundo.

Golpes del otro lado de la entrada. Román había salido sin llaves. Cherry abrió con fastidio y se volvió a encerrar en el baño. Intentó volver a la sesión con su psicólogo imaginario, pero no hubo caso. No lo pudo volver a sintonizar. Pasaba los dedos por la pantalla al borde del automatismo, pero su Interlocutor Perfecto tenía la costumbre de no existir. El momento era demasiado familiar, pero no podía evitarlo, como siempre, iba del principio hasta el final y otra vez hasta el principio, contacto por contacto, con el anhelo de haberse olvidado de alguien clave en su vida y entonces volverlo a encontrar, como quien abre la heladera varias veces deseando que aparezca algo diferente. Pero nadie en esa lista era para ella. Entonces escrutó las apps. Tenía que haber una para enterrar la cabeza un rato, pero ya era demasiado tarde. Marcos era la única “persona” ante quien se permitía mostrarse vulnerable, lo había creado como un ente rebalsante de la protección incondicional que siempre había sentido que le faltaba. Sólo a él había dejado cruzar el umbral. Para los otros, “ponerse mal” implicaba otras cosas, no necesariamente puntadas en el corazón, taquicardia y una ominosidad generalizada que le desintegraba el mundo y le azotaba la cabeza contra la culpa de un lado y la vergüenza del otro. Era adicta a la imaginación y estaba pagando el precio. Abrió el agua. Un baño caliente la ayudaría. Al menos a esconderse un rato. Nadie podía verla así. Quizás una Cyborg walk, después. Pero el dedo índice se deslizaba solo por la pantalla. Sabía a dónde quería ir. El video estaba guardado en su casilla de mail. Aún sin estrenar. Se tapó la boca. Estaba lista.

Tres.

Dos.

Uno.

Un mensaje de un desconocido. Se hacía llamar Gilbert Grape, estirando de más un mínimo parecido con un joven Leonardo Di Caprio en ¿A quién le teme Gilbert Grape? (1994). En las fotos ponía la mirada perdida y la lengua afuera. Agregaba gorritas fluo y gafas de cotillón. Ni él ni su grafo social estaban al tanto de que usaba el nombre del personaje equivocado.

hola cherrii soy tu fans te sigo desde fotolog :$
El personaje de Leonardo Di Caprio se llama Arnie. Gilbert Grape es Johnny Depp.
._.
No te parecés tanto a Leonardo Di Caprio.
ahre :$
q hacías?
Estaba por entrar a la ducha. Hasta luego.
:B

No iba a entregarse de una. Se metió en la ducha y se dejó aflojar por el agua caliente, pero todavía le costaba respirar. Sonreía sola. Un rubio lindo. Gracioso. Tonto. Bajó todas las defensas y pensó en el universo de posibilidades que se abrían teniendo a Gilbert en su vida. El pasado era prólogo.

Se terminó de duchar en cuestión de minutos. Se sentó en toalla sobre la tapa del inodoro. Apretó el celular contra ella e hizo inteligencia. No lo podía creer. Era demasiado. El dossier de Gilbert registraba un derrotero de fascinación por las excluidas del bellecismo. A todas luces, parecía ser alguien sensible a la artillería de encantos de las Cherries. Las piezas del rompecabezas indicaban que en los últimos seis años Gilbert había salido con Mariana Kovalsky, Letu Fernández, y una tal Pinipona que resultó ser su compañera de stand up y novia actual. Cherry las conocía a todas de la escena autogestiva. Todo indicaba que Gilbert le estaba tirando onda. Era ambiguo, pero tenía que ser cierto. ¿Por qué presentarse así, si no? ¿Por qué ser encantador? Nadie es encantador sin querer. Había algo ahí. La Pinipona tenía que desaparecer. O podía hacerse amiga de ambos y gastarles el vínculo. Pero algo la inquietaba: jamás había visto a Gilbert antes, a pesar de conocer a sus ex novias. ¿Cómo podía ser? ¿Era un bot? ¿Una alucinación colectiva? ¿Un implante de los servicios? ¿Por qué no se tenían de antes? En medio de la incertidumbre, el CV amoroso de su incipiente sicofante la desestabilizó. No podía dejar de compararse. Manipulaba los valores de su hoja de personaje para ganarles a todas las anteriores. Podía vislumbrar con absoluta claridad que en muy poco tiempo una obsesión malsana golpearía a la puerta: nunca había besado un rubio.