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Estaba desencajada. Por primera vez, Felicitas había perdido el estoicismo ante la agresión pasiva de Irene y le terminó gritando “vieja hija de puta” delante de todos, antes de ponerse a llorar a los gritos ella misma. Irene sólo bajó la cabeza. Nadie dijo nada. Felicitas volvió a casa temblando y medicada. Tenía que tomar una decisión. En la oficina ya le daban la espalda y le pedían tácitamente que diera el brazo a torcer. Se perdió en un mar de búsquedas de google encadenadas: “jefa tóxica”, “psicópata en el trabajo”, “trastorno narcisista”, “acoso laboral”. Más de veinte pestañas abiertas. Los artículos y testimonios la terminaron de convencer. Tenía que luchar y poner el cuerpo. Ir más allá. Esto ya no se trataba de su trabajo en Arcana. El ataque de nervios seguía ahí: los ojos rojos e hinchados, el pelo sucio, la cara pálida. El mundo tenía que escuchar. Se sirvió una taza de té y fue a su cuarto con la caja de pañuelos de papel. Prendió la luz y se tiró en la cama. Apiló las almohadas, desparramó bollos de papel y se acomodó. Sacó fotos de prueba, pero todavía faltaba algo. Desacomodó las sábanas, apagó la luz y encendió el velador. Ahora sí era íntima y visceral. La cámara desde abajo la mostraba vulnerable y real, los ojos apagados, el llanto gris en las mejillas. Levantó un poco la luz con el filtro amaro, aparecieron los ojos verdes.

felitzah estoy hecha un desastre pero no me importa nada. esta es la cara de dos años de #acosolaboral. esta es la realidad. no puedo más así. dos años a merced de una enferma que me hace blanco de sus delirios de persecución, de su abuso de poder, de sus habladurías, de obligarme a ser su “amiga”, de equivocarse en todo y echarme la culpa. nunca sentí tanto odio de nadie hacia mí. nunca sentí que alguien quisiera mi destrucción total. y sé muy bien que la enferma es ella, pero hoy me ganó y me siento una molestia para el mundo. ganas de renunciar y quedarme en la cama durante semanas. lloro, me duele el pecho, siento que me muero. mucha tristeza y hasta una vergüenza que no termino de entender... ¿por qué, si no tengo que tener vergüenza de nada? pero me pasa. no pienso renunciar. hoy me puede haber tirado al piso pero me voy a levantar #PsicópataLaboral #JefaTóxica #narcisista #bullying #mobbing

La cuenta se inundó de corazones y followers. Miles de palabras de aliento y experiencias compartidas en comentarios y mensajes directos. En cada lugar de trabajo había una Irene, o peor. Crisis nerviosas, vidas arruinadas y hasta suicidios. El Mal existía. Entre la cascada catártica se autoconvocaba una guía colectiva para detectar depredadores en el lugar de trabajo. La situación rebalsó a Twitter y #PsicópataLaboral pronto superó a #TormentaDeBichos, el hashtag de la noche. Del otro lado de los sobrevivientes se congregaba la vanguardia de cínicos burlándose de los sensibles. Felicitas mantenía el foco en Instagram. El corazón bombeaba euforia. Estaba sola en la cama, al amparo de la empatía de desconocidos. Los testimonios seguían llegando. Compartió un update a cara lavada, sonriendo detrás de las lágrimas. Los buenos deseos continuaron a lo largo de la noche.

Horas más tarde, apareció en el perfil una foto confusa y movida que parecía ser ella sacudiéndose en la cama. El instagram se llenó de preguntas, pero no respondía. Al rato, apareció otra foto que la mostraba azulada con la boca y ojos abiertos, paralizada en un rictus de terror y con un cable USB enroscado al cuello, teñida por el semblante gélido del filtro Hudson. Los comentarios se siguieron apilando. Los insectos se azotaban contra la ventana.